Archivo de septiembre 2010

El Valor del Ejemplo

Es frecuente observar algunas conductas incorrectas que tienen como origen malos ejemplos de personas cercanas o de los medios de comunicación. Sabemos que la mejor manera de transmitir lo bueno y lo malo, es el ejemplo. Casi nadie se inventa comportamientos; hace lo que ha visto hacer a otros.

¿Por qué tanta violencia y agresividad? ¿Por qué tanto insulto y pelea? ¿Por qué tanta “viveza”, grosería, corrupción etc.? Porque son las conductas que se muestran en ciertos medios de comunicación. Con la insensatez de que “hay que dar al televidente lo que quiere”, lo único que se consigue es aumentar la incultura, el desprecio al prójimo y el egoísmo.

Muchas campañas de valores son ineficaces porque van acompañadas de incoherencia; algunos programas de calidad se mezclan con publicidad inapropiada, algunos noticieros mezclan también las mejores noticias con segmentos “amarillos” de pésimo gusto. Otras veces son los mismos conductores los que abiertamente desinforman y/o deforman a los oyentes o televidentes con los mensajes que transmiten.

¿A dónde queremos llegar? ¿Dónde está nuestro sentido de responsabilidad? Si tenemos en nuestras manos unos medios de tanta influencia social, lo mínimo que deberíamos preguntarnos es si estamos construyendo o destruyendo.

Quienes tienen la responsabilidad de gobernar, tienen también la responsabilidad de exigir unos “medios” que eleven el nivel humano de las personas y que no sirvan solamente para “entretener” e “informar”, porque –además- frecuentemente se entretiene con vulgaridad y se informa con morbosidad y sensacionalismo.

Es cierto que conseguir productores creativos que ayuden a elevar el nivel humano y cultural es muy difícil, pero es un reto que nos hemos de plantear. Es lo mismo que ocurre con la publicidad: es muy fácil caer en la vulgaridad; lo difícil es hacerla creativa y con valores.

Quienes estén dedicados a la tarea apasionante de los medios, deberían sentir el reto de elaborar programas que nos den ejemplo para mejorar nuestra propia conducta.

Si actuamos de esta manera, llegará el momento de recoger los frutos. Tendremos la satisfacción de comprobar en nuestros conciudadanos comportamientos pacíficos, una mayor capacidad de diálogo, actitudes constructivas, respeto hacia todas las personas, y tantas otras virtudes que serán el orgullo de todos aquellos que colaboren para conseguir una sociedad más humana.


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